Recordandote Eugenio… Nuestro pensamiento corre a ti, en este día

-Recordándote Eugenio.

Nuestro pensamiento corre a ti, en este día, que humanamente dejaste las vías de este mundo, para alcanzar tu rosal solar, preparado para ti, por la inteligencia cósmica. Gracias, Padre espiritual de nuestros espíritus, Eugenio, por haber permanecido aquí todavía, en este mundo, y por habernos despertado durante el sueño de la muerte, y conducirnos con tus revelaciones cósmicas a Cristo-Jesús para presentarnos dignos delante de Dios.
Filippo y todas las familias unidas a ti con dilección espiritual.

Desde el cielo a la tierra
sondeo p.e.s. solex.

Tú, hermano, hijo de la misma fuerza creativa, expresión viva y operante del yo supremo de toda el alma cósmica, todavía desconocedor de tu verdadero origen. Tú, hombre, que escudriñas y que sientes aflorar en el espíritu una nueva conciencia y un mejor sentir dentro de ti, escucha, escucha.

Ahora tu alma siente y ve más allá de los confines del tu limitado espacio y de tu limitada Facultad; ve, siente e imprime en ti, hombre, una más clara conciencia de lo que realmente eres, de aquél, que en verdad, siempre has sido y siempre serás: «descendiente de una estirpe de celestes colonizadores del cosmos.» El velo del misterio lentamente se dilata, se desata ante las nuevas facultades que la gran alma humana conquista a precio de duros sacrificios.

Tu conciencia, hombre, se despierta en la eterna verdad, en aquella verdad que te ha siempre dominado, que te ha empujado a volver  a creer en lo divino, que te ha inconscientemente encaminado hacia el sendero de la Ascensión, hacia el amor de todas las criaturas de Dios. Tú, hombre, comienza realmente a sentir que no has estado nunca solo y que otros hijos de Dios y hermanos tuyos viven, aman y trabajan en la gran patria universal, en el celeste reino cósmico. Se despierta en ti el pesar de haber hecho otra experiencia del libre arbitrio, de haber continuado en el error, de haber desobedecido, de haber edificado lo opuesto del bien, de haber permanecido durante largo tiempo voluntario prisionero del abismo del mal.
Ahora escucha, hombre!
Una vez más, el cielo ha mandado sobre la tierra la luz de la salvación, de tu salvación. Trata de comprender la potencia de esta luz, de entenderla con el amor de tu fe, de poner tu alma, desnuda de complejos y exenta de orgullo y de egoísmo, delante de la verdad que se revela a tu inteligencia. Abre tu corazón y haz qué ello se ilumine de verdad, de amor y de fraterna paz.
Resurge de tu atávico letargo, mira allá, más allá de los confines de este tu mundo, escudriña con el espíritu, escucha con el alma y sentirás que una infinidad de corazones laten por ti, ruegan por tu salvación, esperando tu retorno a las leyes del padre creativo.
Deja que este gran amor entre en ti, hombre, y serás salvo, libre para siempre en una felicidad que no conoce lágrimas de dolor. El universo es nuestro, tuyo, de todo lo que vive, ama en aquel que es el Padre creador, eterna llama que arde suavemente en nosotros, en cada cosa, que se alegra de vivir en cada forma obediente a sus leyes de justicia y de amor. Bienaventurados aquellos que por esta luz de salvación sacarán la luz del conocimiento y por ella serán salvados.
¡El tiempo de todos los tiempos se aproxima!
Paz y amor en todos los corazones.
Del cielo a la tierra
EUGENIO SIRAGUSA
Catania, el 05 de marzo de 1965

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